domingo, enero 25, 2009


Al despertar me di cuenta que era Domingo y por tanto el peor día de la semana.

Cogí la bata para cubrirme las carnes y salí a la ventana para ver si el mundo me deparaba esa imagen usual de los domingos caseros: Esa silenciosa soledad de los tenderos vacíos en los techos, de las plantas agitándose lentas en los jardines vecinos, de que todo el mundo seguía durmiendo aún y yo era la única que despertaba a darme cuenta del descalabro de mi casa vacía, de mi vecindario vacío, de esta vida que se cuela por la alcantarilla a medida que me baño en agua fría hasta sentir que se me arrugan los dedos.

Cada domingo luego de la vorágine laboral de mis últimos años había sido el mismo, despertar y darme cuenta que yo era la única responsable de ese circo gitano que era mi casa. Libros, periódicos viejos, revistas pasadas, zapatos de colores tirados por el piso. Me paraba en medio y me sentía gritar con la cámara yendo en círculos sobre mi cabeza como en cualquier pélícula de comedia que se respetara. Un remedo de mi Pobre Angelito en versión treintona a prueba de Prozac.

No era que fuera mala ama de casa, sino que me había acostumbrado a ser hija mimada tanto tiempo, que lo de ser responsable de las cosas que ocurrieran en casa no me venía en lo absoluto. No sólo eso. Era mujer y desordenada por naturaleza, arreglaba la casa como es usual en nosotras si venía alguien, alguien que no me conociera, si derepente y venían mis padres, después de ello, meses y meses dejaba sedimentarse las capas de polvo y de papeles usados. Facturas y boletos de micro que me daba pena botar.

Yo, un desastre que caminaba en dos patas gracias a una ley evolutiva que no me había llegado del todo al coco. Yo que aún seguía pensando como nómade, con ganas de desarraigo, de no comprar muchos muebles porque un día me mudaría de esa casa, de no hacer relaciones con mis vecinos porque parecían aun mas salvajes que yo, de no tener hijos ni familia porque pesaban cuando te quisieras largar y empezar de nuevo.

Empezar de nuevo...Como si esa hubiera sido una opción que yo tomaba a cada rato. En realidad, esa frasecita se quedaba en Arial negrita tamaño 12 en mi mente, porque al corazón no bajaba, a ese músculo que hace funcionar la voluntad y te hace vibrar por ella, no le llegaba el mensaje que era momento de irme, de cambiar las cosas, de arrancarme. Así que mis 2 piernas de nómade ansiosas por correr de nuevo, por lastimarse las plantas en nuevos terrenos desconocidos, tendrían que esperar a que me decidiera a vivir de nuevo, a sentir de nuevo. A querer de nuevo.


Esa mañana, me senté en casa y vi mi mesa llena de flores artificiales, de un par de lentes oscuros, de los utensilios del trabajo.
Me vi a mi misma sentada en el otro extremo con el cabello sin atar como una planta salvaje que está muriendo de colores diversos en su agonía. Me veo allí con la cara sin decorar por alguna pinturilla en los ojos o la boca, me veo allí esperando con el agua atrapada entre las fauces, sin atreverme a pasar el primer trago.
Viendo mi domingo empezar, un día más en la vida cotidiana, no un día de descanso, sino un día que puede hacer sentir la soledad mas palpable, la falta de alguien que ayude en casa una necesidad plausible, la falta de una charla al empezar el día cuando el desayuno está listo, un reproche psicológico a tanta publicidad engañosa que te hace creer que todo el resto de gente en los departamentos vecinos, está despertando acompañada.

Al despertar me di cuenta que era domingo, un larguísimo día para mi sola, para dedicarme a reparar el desarreglo usual de mis seis días últimos fuera de casa, entonces volví a la cama y seguí durmiendo.

jueves, enero 22, 2009

paranoia


Esa noche llamé para verlo. No estaba. Como muchas noches antes de conocerlo , me sujeté el cabello, armé la cama en el suelo y espere a que amaneciera fumandome los puchos que habían sobrado de la noche anterior.

Ya para esos tiempos había dejado de dormir las horas necesarias y en cambio me quedaba como un pez viendo los astros nadar en ese cielo violeta al que los de por aquí llamaban oscuridad.

Había llegado a Puerto Hacha por casualidad y no me había ido mas que por la idea tediosa de tener que tomar una lancha que me devolviera a un universo de caras conocidas, horarios establecidos, recuerdos viejos. Yo no me había quedado como turista aquí, tal vez mas como fugitiva de un pasado con el que me costaba reconciliarme.

Por eso y por el insomnio él terminó convirtiéndose en mi único lazo con la realidad. La única persona con quien hablar, el único con el que podía compartir algun silencio que no fuera molesto. Esa era su mayor virtud: Guardar silencio. Yo lo llamaba a casa y él aparecía con la piel tostada y los ojos claritos bajo mi ventana levantando las cejas como saludo.

Yo lo dejaba pasar y mi angustia de las 10 de la noche caía al vacío mientras él se sentara cerca y me dijera alguna frase que gatillara una de mis historias.

Para esa hora ya el calor y los mil grillos de ese pueblo de infierno se habían apoderado de las calles. La gente salía a hablar sentada en la vereda o gritando de ventana a ventana los chistes mil veces contados. Sólo nosotros nos quedábamos en la habitación oyendo música sentados en el viejo colchón prestado de la posada. Música que yo había traído de mi vida pasada y que él oía con atención tratando de entender el porqué de cada letra, como si con ello pudiera descubrir, acaso la madeja de mis vericuetos.

Esa noche lo llamé mas temprano que lo usual. Estaba con la paranoia en la cabeza, de que me perseguían para matarme. Sentía miedo, mucho miedo, hace mucho que no sentía ese sudor frío en la espalda y los pelos erizándose al menor ruido. Desde que había salido de la ciudad no había vuelto a experimentar esa sensación de desabrigo, de fragilidad, de que carajo, me estoy muriendo y nadie se da cuenta. Por eso me había hecho bien el silencio de Puerto Hacha, esa indiferencia para con la vida de otra fugitiva de mierda, que tenía la gente de por allí, esa complicidad para borrar el pasado mientras no se hablara jamás de eso.

Cuando llegó quise contarle, decirle que esta vez si estaba segura de que me habían encontrado, que me habían seguido el rastro, que era momento de irme. Irme de nuevo y lejos.
Él me miró con ojos de animal cansado, se tumbó en el colchón que hedía a yerba y tierra húmeda sin entender del todo y me pidió que durmiera. Que de una vez por todas me durmiera y dejara de inventar historias.

Esa noche vinieron por mí. Yo los vi de lejos, desde los botes anclados en que me había ocultado huyendo de la paranoia.
Los ví hurgar en casa mientras acababan con él a golpes. No lloré nadita, había soñado tantas veces con mi propia muerte, que cuando vi que mi destino se lo llevaba otro, supe que esa noche, aquella madrugada de color ocre, yo por fin dormiría.

miércoles, enero 21, 2009

Hay días como éstos en que las cosas parecen mas grandes de lo que son
y los problemas parecen pirámides de mierda
y las frases menos pensadas pueden llegar a derrumbarme.

Hay días como éstos, en que cualquier evento adverso parece planeado de ante mano,
en que cualquier segundo pasando parece una mano opresiva sobre cualquier voluntad de cambio.

Hay días como estos, diantres. Días que parecen no servir para nada.

Entonces salgo a caminar, porque siento la casa una urna preparada para vereme morir al paso de las horas, de ese aburrimiento y apatía que me contagian las personas que conozco,
de ese sofoco de las mismas charlas, los mismos chistes, la misma paradoja de si te veo mal te jodo mas hasta que revientes.

Salgo a caminar y tomo un bus que me aleje lo mas posible de casa. Que se tarde una hora para llegar a mi antiguo barrio, a ese lugar cerca al mar donde me sentía joven, fresca, con el poder de cambiar el destino a mi paso.

Camino sin prisa a pesar que la tarde cae y siento la brisa salada, el canto de algunos pájaros, el chancleteo de mi paso en la vereda vacía y entonces, sorpresivamente lo siento. A él, a ese evento mágico que me hace sentir acogida en un lugar que jamás será mío: Es el silencio.
Un soberano silencio al caer la tarde.

Aquí y allá edificios de cortinas abiertas, alguna turista perdida, un vigilante y un perro. Mas allá de mis ojos el mar, enorme, sin fronteras. Y el silencio.

En esta ciudad que me agota de ruidos diversos, que me vuelve violenta, a la defensiva. Que vuelve mi lenguaje rudo, mis maneras prácticas, puedo de pronto caminar tranquila, sin mirar la hora, sin sentir nada mas que mis sandalias golpeteando la vereda.

Hay días como éstos en que las cosas parecen mas grandes, la soledad insoportable,
la compañía de la gente necia un castigo divino del que no puedo escapar.
Días en que mi hostilidad con la gente llega a niveles casi cósmicos...
hostilidad que luego me crea culpa, cargo de conciencia por ser tan mierda,
por ser tan yo, cuando me siento atacada,

y de pronto allá afuera, hay un lugar silencioso, una banca vacía, un panorama azul y sin tormentos.

Me pierdo en la idea de que soy nada, solo un microcosmos que se agita inutilmente por cosas que suceden mas allá de su voluntad,
allá lejos, fuera de mi,
en un lugar tan infinitamente lejano que es mejor no asumir como casa.

martes, enero 20, 2009

Yo me siento a ver los aviones pasar.
En el paisaje oscuro de mi ventana nocturna solo las luces brillantes de aviones que vuelven a casa iluminan fugazmente algun pensamiento que me mantenga insomne.

No añoro, pero de vez en cuando alguna imagen del pasado surca también fugazmente mi cabeza, la ilumina como una frágil luz que no se bien de donde viene. Imagenes de momentos precisos cortos, que usualmente no me detendría a coleccionar. La evocación de un perfume, de una calle, de un brillo de sol en los árboles, de una frase cualquiera. el rostro de alguna persona, los labios, las manos de gente que pobló mi vida por instantes que ya no son ni serán.

Me siento a ver los aviones desde casa, en esa casa que ya conoces tanto. Pero no estoy triste, sabes que no lo estoy, solo escribo en negrita cosas que deberían ser olvidadas y entonces te pienso. Fugazmente también, como un nudo en la garganta que no logra desatarse en lágrimas, como una ansiedad pasada, no resuelta, no terminada del todo.


No pienso que vaya a ser posible desandar el camino que ya hemos caminado. No pienso en un futuro ni en un presente, solo pienso en ti como un recuerdo fugaz que se deshace si pretendo tocarlo.

Veo los aviones pasar y recuerdo todos mis retornos, también todas tus idas y que fuimos mas amigos mientras mas lejos estuvimos, como si ese fuera nuestro estado ideal,
Extrañarnos para no odiarnos tanto,
para no hacernos tanto daño,
para dejar ese masoquismo de hacerlo
y devolverlo,
mas fuerte, siempre mas fuerte.

No estoy triste, tu lo sabes. Hemos bajado al zócalo oscuro de un oceánoq ue aun no conocemos y hemos vuelto a flote, no a esa superficie de felicidad artificial que conocen todos como felicidad perfecta, sino a ese estado difuso de estar sumergido y a la deriva, casi sin estirar los brazos, casi sin hacer el esfuerzo de sobrevivir, solo así u n coral perdido mas, un pedazo de placton microscópico que a nadie importa, un cardumen de colores no descritos.

Me muevo entre el agua y el cielo, ahí ubico mis pensamientos, a ti a mi, al amor, al odio y a los sueños.
Me siento frente a la ventana y veo los aviones pasar y pienso una y otra vez que no es estar triste el evocarte, solo es uno de mis ejercicios tontos para conectarme a esa parte mía, que escribe, que piensa, que siente el mundo de una dolorosa belleza casi imposible de soportar por mas que momentos pequeños,
fracciones de segundo,
en que la luminosidad de un recuerdo,
me hace sentir la noche mas inmensa y extraña.

jueves, enero 15, 2009

Mujer soltera compra

Hoy mientras hacía las compras semanales me di cuenta como mi antiguo placer de mujer-consumista-soltera- que –bordea-los-treinta, había dejado de ser tal.
Antes disfrutaba mas de los paseos eligiendo la fruta más fresca, los vegetales mas verdes, los cereales mas baratos y el yogurt en oferta. Ahora simplemente trataba de no chocar mi carrita con las otras tantas personas que compraban comida chatarra.

Debe ser que aun no me adapto a comprar en Metro, un supermercado de pasadizos demasiado estrechos, donde todo está mezclado con todo y mas que placer por comprar, da ganas de salir huyendo para que no te pise tanta gente, con tantos niños, con tantas viejas que se quedan media hora comparando el precio de las frutas secas.

Debe ser que antes comprar sola era divertido, pues era una opción. Yo compraba sola la mitad de las veces y el resto recorría mis pasadizos con mi querida Vicha, la mejor amiga que encontré mientras me instalaba en Lima. Como vivíamos con las justas, teníamos que elegir siempre lo mas barato y aquellas cosas que no engordaran demasiado. Era una joda pasarnos una hora buscando todos los productos light, para rematar el día comiendo un plato lleno de papitas fritas- que a ella le salían excelentes- o de galletas de soda con huevos fritos estrellados.
Ahora, es triste comprar sola. Tengo la tarjeta con licencia para sobregirarla, pero no me da la gana. No hay nada que realmente llame mi atención, aparte que descubrí que comprar fruta en los supermercados representa un suicidio a la economía.


Tal vez una de las actividades que mas disfrutaba con el Flasher, era salir de compras al supermercado. El siempre sabía de calorías, de precios, en donde estaba tal o cual producto y no se perdía como yo en el laberinto de los pasadizos de Tottus. Sin embargo lo que mas me agradaba de comprar juntos, era que la gente solía confundirnos con recién casados, pro esa forma en que él ponía su mano detrás de mi cuello, masajeando una nuca que sabía siempre hallaría en el camino a la tensión.

Nunca fuimos pareja, pero era agradable compartir con él, esas pequeñas actividades. A veces me da ganas de decirle a uno de mis amigos que me acompañe a hacer las compras, pero no es divertido cuando llevas a alguien que en su puta vida ha hecho compras para sí solo, porque tiene una madre que lleva la economía del lugar. Llevar a alguien así es cargar con un inútil, que te hará bromas tontas en todo el camino y romperá esa filosofía que tenemos los consumistas, de hallarle siempre la característica de “lo mejor y barato” a cualquier cosa.

Extraño hacer compras acompañada y aunque llamo a mi hermana en esas circunstancias, el hecho de hablar con ella y luchar con el tráfico de carritos llenos, no resulta algo del todo agradable en estos supermercados de pasadizos para gente leptosómica.


Son en situaciones como esta que pienso en Claudio pasando por esta misma circunstancia hace algunos años y el hecho de cada vez que iba a de compras en N.Y compraba antes una tarjeta de larga distancia para preguntarme algo como: Amor que quieres comer hoy?

Ojalá yo tuviera a alguien a quien hacer ahora la misma pregunta.

miércoles, enero 14, 2009

En Pos Ictal

No debería escribir porque tengo migraña y ya sabes lo mal que me hace la PC prendida a la fotofobia y al hecho que escribir en un blog haga las veces de introspección bamba y me tienda a dejar en un estado pos ictal que apenas si me deja decir más de dos palabras, después de haberlo vomitado todo (mis mierdas en papel, eso quiero decir)

Hoy no tengo muchas mierdas, mi vida va como el clima: Ni fu ni fa. Hartas citas todos los días – afortunadamente con amigos, porque lo de salir con violadores ya lo dejé atrás hace mucho- y un sexo ocasional que mas que dejarme satisfecha, me deja cansada y con bastantes dudas existenciales sobre si acaso los hombres no son más complicados y ambiguos en el querer que nosotras las mujeres.

Del trabajo no me quejo, pues afortunadamente este mes la tengo fácil y disfruto de tardes enteras para mí, en donde mi abandonado ritual de siesta de 3 de la tarde tiene que lidiar con el ruin quehacer de los obreros que construyen el edificio de enfrente. Esa construcción no ha traído nada beneficiosos a mi vida, me ha tapado el sol, me ha llenado de polvo la casa, me ha pervertido con su ruido nefasto de gente que trabaja de sol a sol y encima! Ni hablar de un poco de voyeurismo, porque estos obreros de enfrente son tan tapados del seso, que parece que no distinguieran nunca mi ventana sin cortina, tapada pobremente con portadas de revistas pasadas de moda.

Hace pocos días me preguntaba sobre el amor- otra vez- sobre ese bien esquivo al
que ya me estoy acostumbrado a no tener- por lo menos durante mi vida sexual
activa, porque de hecho cuando sea una sesentona con muchas historias que
compartir y una vagina reseca, apreciaré la compañía de un buen compañero con
quien jugar monopolio por las noches.


Me preguntaba sobre mi misma y que ya estaba cansada de intentarlo, si acaso no era patético contar algo sobre mi ex, no el anterior si no el anterior, no tampoco ese que es el segundo, ni ese con el que me iba a casar, sino ese el de en medio añadiendo una característica física que me haga recordarlo en medio del resto. Patético por el hecho de que siempre remontaba mi vida en relación a mis ex, a los que intento no numerar, porque sería turbador, sino mas bien monstruoso para una nueva persona en mi vida oír que yo ya he estado, vivido y amado acaso con más de 3 personas en esta corta temporada de vida productiva.

Algo que sería totalmente irrelevante si viviera en otro país donde hablar de sexo no diera miedo y en donde las mujeres no tuvieran que rebajarse el número de parejas sexuales para no mostrarse tan perrísimas ante los ojos de sus eventuales parejas. Algo que quedaría dejado de lado en esta ciudad, si la gente supuestamente más laxa en este tema, acaso no es también la gente que menos te toma en serio a la hora de iniciar una relación con vías a “NO será solo sexo, esta vez”.

Pensaba si ya, ok, era hora de detenerse y pasar al retiro hasta encontrar a la persona que llenara mis días y mis noches de algo de seguridad, cariño y charlas amenas (ojo, que estoy obviando el tema sexo porque ese es un motor que me lleva siempre por las decisiones menos acertadas). Pensaba en mis viejos amigos, gente que por la distancia y las circunstancias no había podido más que compartir un par de conversaciones o agradables llamadas telefónicas.

No era esa gente- la que menos se interesaba en mí como un órgano copulador- la
adecuada para entablar una relación más allá de mis treinta?

Obviamente mis leyes lógicas me decepcionaban siempre en el terreno de las relaciones y era obvio que dadas las circunstancias cualquier persona A (sedienta de compañía) mezclada con una persona B (sedienta de sexo…puede que también compañía) en el contexto adecuado (unas vacaciones en un lugar paradisiaco) jueguen a que es amor aquella cosa melosa que los une irremediablemente los casi 5 días (límite estimado por las empresas de turismo) que puedan estar juntos.

Así que pudiera ser que en mis vacaciones de los treinta (mi ansiado/planeado próximo periodo sabático) yo pasara por esa circunstancia y probablemente terminara peor de lo que me siento ahora (Decepcionada de mi criterio para elegir a las personas que deban ser mis parejas).

En resumen, en lugar de evolucionar a la madurez como mujer, seguir en cambio tropezándome en la misma roca filuda que es mi maldito cerebro: Divino hacedor de decisiones lógicas.

Pensaba en eso, cuando leí un artículo sobre Anquetil, el famoso ciclista francés que había compartido lecho con su esposa, la hija de ella y luego su nuera en una convivencia casi fraternal, en un castillo oculto a los ojos de la prensa (alabados esos tiempos en que los paparazzi no habían sido lanzados al mundo). Una historia que podía sonar atronadoramente morbosa y que sin embargo dejaba ese aliento de que más allá del sexo, aquel hombre les había hecho creer a esas 3 mujeres que lo suyo era amor y en efecto hasta habían logrado convivir felices por algún tiempo.

Pensé que yo y mi arraigado sentido de culpa, un don fatalista heredado por
cientos de años de educación católica-do-mes-ti-ca-in-dios; había vivido mis
últimos 5 años de vida totalmente destruida por la depresión de saberme mala por
practicar no una, sino varias veces ese intento de practicar amor/sexo/compañía,
con personas que a lo mejor parecían adecuadas en ese momento, pero no lo fueron
más.


Pensaba que había sido inútil tanto sufrimiento, que pude haber terminado esquizoide flagelándome día a día de mi supuesta “debilidad” por querer darle un poco de placer al cuerpo. Pensé si acaso, no habían cientos de historias millones de veces más escabrosas que la mía- una chica que un día lo hizo después de los 20 y puso en práctica esa cosa deliciosa llamada hacer el amor con tipos que en su momento dicen que la quisieron.

Historias extrañas, conteniendo otras cientos de historias secundarias, viviendo en cada armario, de cada casa, de cada ciudad que pasara. Porque en realidad todos ocultan sus vidas privadas, dejando una suerte de Narnia habitada por los monstruos del pasado y por sus propios alter egos jugando a ser héroes y heroínas inventadas.

Me di cuenta que yo apenas había puesto mi grano de arena en ese mundo fantástico, que yo apenas había experimentado lo mínimo comprensible.

Que yo, del sufrimiento por amor, apenas si conocía sus orillas mas desiertas.

Yo quería vivir esas historias, conocer mucha gente, experimentar lo que viniera. En realidad quería muchas cosas antes de volver al mismo punto inicial, ese que te dice que el amor no está allá afuera sino dentro de uno mismo y que la felicidad es la de aprender a amarse uno mismo para poder dar amor al resto.Yo quería hacer ese viaje, no quedarme en la culpa, en la sensación de pecado, en lo de la tapada limeña con secretitos de alcoba para que la crean inmaculada.

Yo quería mas y si de pronto a mitad de camino hallaba y me hallaban eso sería
genial, pero no iba a ser el objetivo último del viaje para conocer gente, pues
dadas mis circunstancias y conociendo mi causa de infelicidad, el objetivo
último de mi viaje a otros mundos (personas) sería única y exclusivamente hallarme a mí
misma.



…Mierda, pienso en lo que acabo de decir y suena casi tan patético e irreal como los libros de Coelho, pero desafortunadamente para mí, sin las regalías correspondientes.

jueves, enero 08, 2009

Enero en Lima






Lima se pudre de tanto calor como una fruta descompuesta y yo aquí resistiendo el calor, ese sol que me oprime como un pulgar gigante contra el piso, que me mantiene entre malhumorada y atontada. Añorando unas vacaciones que no vendrán.


Lima se pudre.




La gente va caminando por el hospital con ese marasmo de medio verano, con los ojos casi cerrados, buscando la menor sombrita para guarecerse del sol inclemente. Caminando de costado, pegándose a los edificios mas altos, cubriéndose la cara con periódicos colorines que solo muestran la cara de Magaly en las portadas como la estrella sempiterna de nuestra sociedad huachafa.




Los días pasan lentos, ahora slago ams temprano, pero esas 8 horas diarias en el hospital camino de aquí para allá deshidratándome, tropezándome con todos, transpirando el medio frasco de colonia que me pongo a diario para no sentir que hiedo, como todos por aquí, como la ciudad misma.




Nunca he resistido mucho el calor, sea la ciudad que fuera; pero al menos en otras ciudades o estaba de vacaciones o el mar estaba cerca. Aquí, ir al mar me resulta una quimera de lucha contra el tráfico y la idea aplazada de poder bañarme en aguas que no estén contaminadas por miles de deshechos biológicos.




El calor me atonta, me jode, me oprime. Las noches son un martirio de sábanas quemantes y pensamientos insulsos, las mañanas largas y sin sombras a la vista; las tardes con el aire caliente que inunda la casa, solo pienso en buscar a mis amigos, en salir un rato, pero que bah, todo el mundo sigue trabajando, mi hermana nunca me contesta, mis amigos mas cercanos ocupando el poco tiempo de webeo diario en cursos varios...




Parece que fuera la única persona en esta ciudad que sale a las 2 de la tarde y muere por irse al mar, a hablar de cualquier cosa, a contemplar el agua azul a lo lejos, a olvidarse que es un NN en esta ciudad de nadie.




* Imagen de El Blog de Javier Naya.

miércoles, enero 07, 2009

Estaba viendo el tiempo pasar...A veces cuando se tiene demasiado tiempo para una sola, de pronto la costumbre de vivir acelerada hace que termines todo temprano y bum! luego no hay nada mas que hacer...Me refiero a las cartas, he enviado todas mis pequeñas cartas por año nuevo y ya he hablado con toda la gente con la que realmente no quería hablar, en otras palabras he hecho ya las pases con mi conciencia y he hecho como siempre "casi todo lo que es posible hacer"

Coloco ese casi, porque realmente no se hace todo, está el límite de la cordura en las cosas que hacemos, el límite de la lógica y de la probabilidad, algo que contradictoriamente evita muchas acciones heroícas, casi irracionales, que nos pueden llevar a catástrofes monumentales.

Se nota que estoy aburrida...si lo estoy, he tenido demasiadas horas hoy y sin embargo debo quedarme atrapada en esta ciudad aburrida...Debería estar en la playa, insolándome, debería estar compartiendo algun cafecito con alguien medianamente interesante o salir de copas a mitad de semana, que total, soy joven y el cuerpo siempre responde...Pero no, como son las 10 y no hay nada en la tv y a mi me da calor ponerme ropa y salir a buscar algo o alguien, prefiero jugar a la niña buena y acostarme temprano.


A veces no se si es peor carecer de tiempo para todo o tener demasiado tiempo y no tener familia con quien aprovecharlo.

viernes, enero 02, 2009

Balances

Estaba pensando en mi balance de año, hoy justo cuando tenía el resto del día para pensar en miles de cosas.
Pensé que el año pasado había ido a una reunión donde no conocía nadie, solo para no tener que pasarla sola. Que terminé en mi cama y acostándome en la madrugada con la persona a la que siempre me negué a querer realmente, porque temía que me doliera mucho enamorarme de alguien que no tenía nada para darme. Una persona que tenía su mundo ya formado de trabajo, hijas y obligaciones y en donde yo aparecía apenas como un artefacto, un satélite que llenaba sus horas libres. Cómo intentar quererlo? Cómo no pensar que era solo sexo lo que nos unía?

El resto del año fue una buena mierda, comencé a vivir con él en plan roomates. No sé como sobreviví a esa situación de no saber que éramos. Era su inquilina? Era su ex? Era su mujer? Lo quería yo? Él me quería a mi? Acaso no éramos solo dos personas queriendo cubrir su soledad con pequeños gestos de cortesía, aumentando en ese intento la sensación de orfandad que ya nos quejaba antes de conocernos?

Seguí en ese chiste hasta que él se fue y no viceversa. Por qué no me fui yo? Tanto miedo me daba estar sola? Tanto miedo el recuerdo de la soledad, la depresión las pastillas? Mi necesidad de afecto? El trabajo me absorbía casi 20 horas al día, hasta los domingos en el hospital y luego sin nadie con que compartir el único día medio libre que tenía, porque bueno la prioridad eran sus hijas no yo…así que nada, yo a encerrarme y a rumiar mil odios en mi cama. Sin atreverme a conocer a nadie, porque volver a intentarlo sería una nueva caída un nuevo dolor, una nueva pérdida.

Cuando él finalmente se fue, yo me quedé sola, ahora tenía más tiempo para mí, el trabajo ya era más laxo de horarios, pero no tenia con quien compartir mis horas libres. Para cuando conocí al gurú yo no quería nada, sentía mi alma convaleciente. Me sentía física y mentalmente agotada, tal vez por esa carencia en querer realmente algo con alguien, mi término de “serenidad”. Es cierto estaba serena, porque no andaba en la búsqueda usual de alguien que tapara mi soledad…sabía que eso podía ser peor.

Pero bueno, que carajo de energías hay en el universo que el gurú y yo coincidimos en un mismo momento y todo pareció más simple, más fácil, más normal en mi vida. Parecía ser ese tipo de persona que todos queremos al lado, sin muchas complicaciones, dispuesto a ver el día pasar. El chaperón perfecto. El día que me besó sentí que había metido la pata hasta el fondo. Yo que acostumbro pensar que el sexo siempre lo termina arruinando todo, supe en ese beso, que eso no terminaría ahí y que mi reciente gurú acababa de pasar al lado oscuro de la fuerza: La intimidad conmigo.

Fue una etapa buena, era imposible no sonreír cuando estábamos juntos. Qué había en el aire en ese momento hachís? Mucha gente por ese tiempo me comenzó a decir que se me veía muy bien. Claro, era obvio que todo lo asumía de una manera simple, la vida con el gurú era un paseo en el campo. Yo tampoco hacía mucho lío, para qué? No sabía en que terminaría todo eso ¿para qué echarlo a perder?

Pero claro cuando él comenzó a decir cosas como que yo lo buscaba para semental, la serenidad se fue en un soplo. No entendía como podía resumir lo que vivíamos solo en una relación de macho hembra. Claro, la duda comenzó a carcomer el seso y haciendo sumas y restas, terminé por darme cuenta que a lo mejor era verdad. Que a lo mejor lo único que él quería darme era eso: Sexo. Es malo querer algo más? Quería yo algo más? No lo sé. Ciertamente quería que me consideraran más que alguien que se conforma con un lecho y pan todo el día.

De hecho quería hacer más cosas que pasarla solos en casa. Yo que soy de esas personas que le gusta caminar y conocer sitios nuevos, acababa de perder a mi compañero de caminata, a mi “chaperón” en aras del sexo. Obviamente volvería a sentirme un artefacto sexual en quien no se invierte mucho porque siempre va a estar ahí. El día que quise proponer algo diferente a lo usual, me enviaron por la tangente y terminé pasando navidad en una confusión de sentimientos dolorosos ¿Era yo un plan B tan fácilmente desechable?

Para cuando terminamos toda la claridad de nuestros días más serenos se nubló ante la evidencia de que literalmente le llegaba lo que pasara con nosotros. Que el único concepto que se había forjado de mí era el de una mañuca que escribía calata. O sea a la mierda con todo. Mi gurú no me había conocido nadita. De nada sirvió intentar mostrarme, el lente estaba empañado.

¿Dónde habían quedado el par de patas que salieron un día a caminar en medio de un domingo soleado?
Volví a mi hipótesis inicial que el sexo siempre lo arruina todo. ¿Fue error en el mensajero o en la recepción del mensaje?


Terminé el año en otra reunión en donde si conocía a todos, un plan B sacado de un sombrero mágico al empezar diciembre. Es tonto que hasta casi una hora antes de terminar el 2008 seguía pensando en que el gurú y yo la pasaríamos juntos. Es el poder de la negación pues, un poder más fuerte que cualquier cosa.

Llegué con más ansiedad que ganas de divertirme, con más miedo que alegría, vestida de luto, no porque quisiera sino porque el negro adelgaza y resultó que medio mundo me abrazó extrañados de que asistiera por fin a esas reuniones de gente feliz.

El primer día del año me pareció el más largo del mundo, para la tarde ya recuperadas las horas de sueño, pensé en el gurú y en esas charlas de café que teníamos al inicio, lo añoré sin proponérmelo. Añoré esa serenidad que sentía con él cuando solo hablábamos sentados, sin ni siquiera tocarnos. Era irónico que mi único plan B con él haya sido el sexo y sin embargo haya sido precisamente eso lo único que él pensaba que me interesaba. Que sosa debo haber parecido, que conformista.

Bueno, se supone que el balance del año se hace para no cometer los mismos errores al próximo, pero… ¿Realmente se puede dejar de meter la pata? ¿Dejar de ilusionarse, de creer, de esperar cosas? ¿De hacer estratagemas para que la vida se nos ablande? Ya sé que es inútil protegerse, intentar ponerse una coraza, eso solo hace dilatar el tiempo antes del golpe ¿No sería mejor arrojarse a querer como se nos da la gana, sin hacerse tantas preguntas, sin pensar en planes A, B y Z para todo? Simplemente seguir intentándolo todo?

Bueno, eso no me funcionó el 2008, este año habrá que comenzar a hacer lo contrario de lo que me nace hacer. Empezando por el sexo y demás actos accesorios para demostrar cariño.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....